A esta forma
previa de ver la pobreza, centrada en las capacidades para realizar las propias
potencialidades, se opone otra definición igualmente antigua, aquella que ve la
pobreza y la condición de pobre (pauper) como un estado de privación o
falta de recursos para poder adquirir una “canasta de bienes y servicios”
necesaria para vivir una vida mínimamente saludable. Este enfoque fue
sistematizado a comienzos del siglo XX por el británico Seebohm Rowntree en Poverty: A Study
of Town Life (1901),
un estudio pionero sobre la pobreza que se transformaría en el punto de partida
y referencia de los futuros estudios sobre el tema. La razón de ello es doble.
Por una parte, este estudio se basa en una amplia investigación empírica
realizada en York, la ciudad natal de Rowntree, que abarcó nada menos que
11.560 familias, lo que equivalía a unas dos terceras partes de todas las
familias de York. La segunda razón es que para llevar adelante su investigación
Rowntree elaboró una serie de conceptos y métodos de medición que pasarían a
formar instrumentos centrales en prácticamente todos los estudios posteriores
sobre el tema. Entre estos instrumentos se destaca la elaboración de una “línea
de pobreza”, que no sólo incluía la alimentación sino además el acceso a la
vivienda, a prendas de vestir adecuadas y otros ítems absolutamente necesarios
para mantener lo que Rowntree llamó “un funcionamiento puramente físico”. Esto
le permitió definir dos tipos de pobreza, la “pobreza primaria” y la “pobreza
secundaria”. En pobreza primaria vivían aquellas “familias cuyo ingreso total
no era suficiente para obtener el mínimo necesario para mantener un
funcionamiento puramente físico”. En
pobreza secundaria vivían las familias que podían alcanzar ese mínimo pero no
disponían de excedentes.
Estamos aquí
frente a lo que habitualmente se denomina pobreza absoluta y es aún hoy la
medida globalmente más usada para determinar la extensión de la pobreza, tal
como lo muestran los cómputos realizados por el Banco Mundial en base a una
“línea internacional de pobreza”. Esta línea fue tradicionalmente fijada en 2 dólares
estadounidenses de 1985 per cápita, en paridad de poder adquisitivo, para
definir la pobreza y en 1 dólar para definir la pobreza extrema. En agosto de
2008, la línea de pobreza extrema fue reajustada a 1,25 dólares. Esta cantidad
refleja el promedio del ingreso mínimo necesario para sobrevivir en los diez a
veinte países más pobres del mundo.
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